¡Oh Eterna Tranquilidad! Sálvame de los ataques de la furia y la agitación, que alteran los nervios y nublan el cerebro.
Ayúdame a desterrar el habito de la cólera, que trae la infelicidad para mi y para los que me acompañan; no me dejes tener indulgencia con este malvado y egoísta hábito que trata de enajenarme, para alejarme del afecto de mis amados amigos.
Que jamás vigorice los sentimientos y enojos que reavivan las abrasadoras llamas de la ira.
¡Oh Reina de la Quietud! Cuando me encolerice o enfurezca, coloca delante de mi un espejo de disciplina interna, que permita verme desfigurado por la fealdad de la pasión arrebatadora, evitándome aparecer ante los demás con la cara demudada por las indignaciones.
Que mis dificultades en la vida sean solucionadas a través de pensamientos puros y acciones amorosas que destruyan el odio y el egoísmo. Bendíceme, para que me cure de mis heridas de ira con el remedio del respeto propio, y que pueda también ayudar a curar a otros de sus males de ira con el bálsamo de mi bondad.
¡Oh Espíritu Infinito! Hazme comprender en todo momento que, aún mi peor enemigo, es siempre mi hermano; y que así como Tú me amas a mí, Tú lo amas a él.
Paramahansa Yogananda
La vida necesita una cuota de ira y de odio para luego sentir con mayor intensidad la compasion y el amor, aunque la metafisica sugiera polarizar el amor/odio (que son lo mismo solo en distinta frecuencia), otros maestros como Osho sugieren en su libro "Aprender a Amar", estar en algun momento en esta frencuencia "negativa" o en los "valles", no se puede estar siempre en la gloria o en la cumbre, esto seria en pocas palabras una verdadera lata.
Estos me parecen dos prismas interesantes de considerar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario