El amor es ciego, asegura el dicho. Ahora, la ciencia acaba de confirmarlo. Un grupo de científicos ha demostrado que los sentimientos amorosos provocan una supresión de la actividad en las áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico. Básicamente, una vez cerca denuestra media naranja, el cerebro nos juega una mala -o quizá, buena- pasada y decide reducir nuestra capacidad de evaluar el carácter y la personalidad del objeto de nuestro afecto. Los investigadores de la University College London (UCL) demostraron que tanto el amor que llaman "romántico" como el maternal producen los mismos efectos en el cerebro, suprimiendo la actividad neuronal asociada con la evaluación crítica del prójimo y las emociones negativas. En todos los casos, el amor, en sus fases iniciales, deja a sus presas "flotando en las nubes".
Una antigua fábula cuenta que una lechuza que se estrenaba como madre le suplicó a un águila que no matase a sus crías. Compadecida por el abatimiento de la lechuza, el águila exclamó: "Dime cómo son sus hijos, así podré reconocerlos y no me los comeré". Ella respondió sin vacilar: "No puedes equivocarte, son los pollos más hermosos del bosque". El águila buscó a los polluelos más feos y los devoró. Eran los hijos de la lechuza. La obvia moraleja tiene ahora base científica, ya que el mismo estudio señala que la desgraciada lechuza -y muchas madres humanas- no engañaban, creían sinceramente en lo que decían. ¿Cómo se llegó a esta conclusión? Escanearon los cerebros de veinte madres jóvenes mientras ellas observaban fotos de sus hijos, otros niños conocidos y amigos adultos. En todos los casos, el patrón de funcionamiento de la actividad cerebral fue similar al de las personas hechizadas por el enamoramiento: eliminación casi total de la apreciación crítica de nuestros seres más amados.
Tanto el estudio de los enamorados como el de las madres registró un incremento de la actividad en el área del cerebro conocida como "sistema de recompensa". Cuando esas zonas son estimuladas (por ejemplo con comida, vino o un buen sueldo) producen sentimientos de euforia. Pero lo que más sorprendió a los investigadores es que ambos estudios mostraron una reducción de la actividad de los sistemas cerebrales necesarios para realizar juicios negativos. El mismo experimento, realizado con animales, llevó a resultados similares. El jefe del equipo de investigación, doctor Andreas Bartels, encontró una explicación sencilla para el fenómeno: es fundamental que tanto el amor romántico como el maternal sean vistos por el cerebro como algo extremadamente positivo. De otra manera, la especie dejaría de propagarse. "Nuestra investigación nos permite concluir que las relaciones humanas, para superar las distancias sociales, utilizan un mecanismo que desactiva las redes de evaluación social crítica y emociones negativas, al tiempo que une a los individuos involucrándolos en un circuito de recompensa que explica el poder del amor para motivarnos y gratificarnos", explicó el doctor Bartels.
Pero sí existe una diferencia entre el amor maternal y el romántico. Sólo éste último eleva la actividad del hipotálamo, que controla las sensaciones de excitación sexual. Las consecuencias del amor no terminan ahí. Un grupo de investigadores italianos, que estudió a doce mujeres y doce varones que se enamoraron en los seis meses anteriores, comprobó que los hombres disminuían sus niveles normales de testosterona... mientras que el de las mujeres aumentaba. "Los hombres, de alguna manera, se habían vuelto más parecidos a las mujeres, y las mujeres a los hombres", explicó la doctora Donatella Marazziti, investigadora de la Universidad de Pisa. Las conclusiones de Marazziti avalan las del equipo de UCL: "Es como si la naturaleza quisiera evitar aquello que puede crear diferencias entre hombres y mujeres, ya que es muy importante que la relación sobreviva en esta etapa".
Otra investigación italiana, publicada en 1999, sugirió que el amor disminuía un neurotransmisor llamado serotonina en el cerebro, dejándola en los mismos niveles que los de las personas que sufren de un desorden obsesivo compulsivo. Este descubrimiento explicaría por qué algunos enamorados suelen obsesionarse con su pareja.
Pero los efectos secundarios del amor no terminan aquí. El doctor John Marsden, director del Centro Nacional de Adicciones del Reino Unido, llegó a la conclusión de que la dopamina -la sustancia producida por el cerebro cuando está excitado- produce en el cuerpo los mismos efectos que la cocaína o las altas velocidades: El cerebro "se incendia" cuando una persona empieza a hablar con alguien que encuentra atractivo. El corazón triplica su ritmo normal y bombea más sangre a las mejillas y a los órganos sexuales, con los conocidos "hormigueos en el estómago" como resultado. Sin embargo, tal como sucede con la cocaína y la velocidad, el efecto del amor es sólo temporal, y dura como máximo entre tres y siete años. Entonces, el futuro de la relación depende de factores mucho más profundos que un conjunto de hormonas y de caprichos cerebrales.
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